En los pasados mensajes he querido señalar aquellas cualidades que me parecen indispensables en la vida de un discípulo de Cristo. Aprendimos que un discípulo radical debe:
En este, el séptimo y último mensaje bajo la serie, veremos que un discípulo radical de Jesucristo ya no camina en tinieblas, sino en la luz.
1 Juan 1:5-9
5 Éste es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. 6 Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. 7 Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. 8 Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. 9 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.
Cuando la Biblia dice en 1 Juan 1:5 que Dios es luz y en él no hay oscuridad, podemos concluir:
Ahora bien, si decimos que tenemos comunión con Dios, es decir que la vida de Dios es mi vida también, y todavía nos comportamos como los que viven en las tinieblas, estamos mintiendo y no ponemos en práctica la verdad.
En otras palabras, un discípulo de Jesucristo camina en la luz porque practica la verdad.
También un discípulo radical camina en luz porque puede compartir la vida de Dios con otros hermanos y hermanas en la fe (comunión unos con otros).
Para caminar en la luz necesitamos arrepentirnos, confesar nuestros pecados y recibir la limpieza de maldad por medio de la sangre de Jesucristo.
Decir que no tenemos pecados (actualmente), es una mentira, un alarde, un auto-engaño y una señal de no tener la verdad y estar caminando en tinieblas.
Caminar en la luz es también caminar en el servicio (ministerio) a los hermanos y hermanas, pues de esta manera limpiamos sus pies de la contaminación del mundo (Veamos Juan 13).
Que podemos concluir que caminar en luz, es recibir y compartir con otros la santidad y el amor de Dios. ¡Por medio de esta poderosa comunión con Dios y con los santos hermanos y hermanas en la fe somos llevados de gloria en gloria hasta la plenitud de Cristo!