ORAR ES TRABAJAR
Un pastor visitaba a una anciana que era miembro de su congregación. Dicha anciana había estado inválida durante mucho tiempo.
—Lamento mucho haber llegado a esta hora —le dijo—; pero he tenido que recorrer todo el pueblo antes de venir.
—Yo también, señor pastor, acabo de recorrer todo el pueblo.
—¿Cómo es posible? Usted no puede moverse de la cama.
¡Ah! —contestó la viejecita—; mi alma no está atada a la cama, y así todos los días recorro el pueblo con mis oraciones, sin moverme de aquí.
LA MADRE ORANDO
Ciertos turistas ingleses, deseando poseer unos ejemplares de ciertas flores que solamente debían encontrarse en lo más alto de un peligroso paraje alpino, prometieron una gran cantidad de dinero para quien fuese capaz de alcanzarlas.
Al día siguiente llegó ante ellos un joven muchacho con un ramillete de las flores deseadas: Maravillados por la valentía y decisión del joven, le preguntaron: “¿Y no tuviste miedo de despeñarte al fondo del espantoso precipicio?”
—No, señores, no tuve miedo. Mi madre es una pobre viuda y tengo dos hermanitos más pequeños. En mi casa pasamos mucha necesidad. Por eso, para ganar este dinero, me expuse tanto.
—Pero … ¿No tuviste miedo? ¿Cómo puede ser? —siguieron preguntándole.
—Pues … porque mi madre es cristiana, y yo sabía que ella me ayudaba … estaba orando por mí.
¿Qué es la Oración?
Es la comunicación del hombre con Dios. Se basa en la seguridad de que Dios existe “y es galardonador de los que le buscan” (He. 11:6). Dios es una persona con la cual se puede tener comunión y es un Dios que contesta la oración. Por medio de la oración. los creyentes expresan a Dios sus mas íntimos pensamientos, lo que sienten, lo que aspiran o desean, sus temores, sus esperanzas y sus estados de ánimo.
La impresión que da la lectura de Gn. 3, donde Dios dialoga con Adán, es la de una intimidad abierta y natural. Más tarde, después de la •caída, se lee que tras el nacimiento de •Enós, “los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (Gn. 4:26). De •Enoc se nos dice que “caminó … con Dios”, lo cual nos hace suponer una vida de oración. También •Noé edificó un altar a Dios después del •diluvio (Gn. 8:20), y Abraham hizo lo mismo (Gn. 12:7), por lo cual entendemos que desde el principio el sacrificio y la oración estaban relacionados. El hombre se acercaba a Dios, pero en reconocimiento de la santidad de éste ofrecía una víctima propiciatoria. La primera vez que se menciona específicamente una oración es cuando •Melquisedec, “rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino” y bendijo a Abraham, diciendo: “Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo…” (Gn. 14:18–20).
Dios oye las oraciones de sus santos. Éstas pueden tomar la forma de peticiones, acciones de gracias, alabanza, adoración, meditación e intercesión:
Petición: Encontramos una petición en el caso de Jacob, cuando en •Bet-el hizo voto, diciendo: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir … Jehová será mi Dios…. y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Gn. 28:20–22). En este caso está envuelto un voto, que es una promesa que se hace en oración a Dios. Se está pidiendo ayuda de Dios para el futuro y prometiendo lealtad y servicio.
Las acciones de gracias. Surgen de una experiencia que se considera conveniente, una bendición recibida o un hecho que produce consuelo. Asaf escribió: “Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, pues cercano está tu nombre” (Sal. 75:1). La alabanza surge mayormente de la admiración de las virtudes de Dios y sus grandes acciones (“… alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre” (2 Cr. 5:13).
La adoración y la alabanza. La oración de adoración no es fácil de definir, porque incluye actitudes del alma que son inexpresables con palabras. En cierto sentido, toda oración es adoración, pero hay momentos en que el creyente lo que quiere no es pedir nada, o dar gracias, o interceder, sino expresar su profundo respeto y amor hacia Dios. Para que exista alabanza es imprescindible una actitud del corazón que reconozca en el sujeto de la adoración el carácter de soberano señor y dueño, como en el Sal. 99, donde se comienza reconociendo la grandeza de Dios: “Jehová reina…. El está sentado sobre los querubines…. Jehová en Sion es grande y exaltado sobre todos los pueblos…”. Y luego se reclama la alabanza: “Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante su santo monte”.
La meditación. Generalmente antecede a la alabanza y la adoración. No toda meditación es una oración, pero en algunas circunstancias el alma medita en una forma que se asemeja a un diálogo secreto con Dios, por lo cual el salmista decía: “… con labios de júbilo te alabará mi boca … cuando medite en ti en las vigilias de la noche” (Sal. 63:5–6).
La intercesión. Ocurre cuando el creyente habla con Dios en beneficio de otra persona, pidiendo por ella. Digna de mención es la oración intercesora de Abraham en favor de •Abimelec y su familia, como resultado de lo cual éstos fueron sanados (Gn. 20:17).
¿Por qué orar? Se ora, antes que nada, porque a Dios le agrada. Él quiere tener comunión con sus hijos (“… la oración de los rectos es su gozo” [Pr. 15:8]). Más aún, él lo ordena (“Orad sin cesar” [1 Ts. 5:17]). Es asunto de amor a Dios y de obediencia.
Oramos porque es una necesidad: 1 Reyes 18, Santiago 5:17,18; Daniel 9; Ezequiel 22:30-31
La justicia y la santidad de Dios demanda castigo, pero el amor de Dios desea perdonar (Ezequiel 33:11).
Lucas 10:2 – debemos orar por obreros
Romanos 10 – la necesidad de la participación humana (1 Corintios 3:9; 2 Corintios 5:18,19)