La semana pasada hablamos del amor, como uno de 5 valores importantes en nuestra vida de adoración a Dios, encontrados en el acróstico de la palabra ALTAR. El segundo valor determinante de una vida de adoración apasionada es la lealtad. La lealtad según un diccionario de la red es «fidelidad, sinceridad, cumplimiento del deber con honor, veracidad y legalidad». Otra definición interesante de la red dice que la lealtad es «hacer aquello con lo que uno se ha comprometido aun entre circunstancias cambiantes». Jesucristo nos dio y nos da siempre el mejor ejemplo de lealtad. Al vivir bajo los principios de lealtad o fidelidad no sólo mejoramos nuestra relación con Dios, sino con toda persona con la cual nos relacionamos.
En el Evangelio según Lucas, en el capítulo 16, versos del 10 al 13, el Señor Jesucristo nos enseña acerca de la mayordomía y nos deja saber que debemos ser fieles adoradores de Dios con todo lo que él no has dado. Somos mayordomos de los recursos creados y sustentados por Dios. Aún nuestra propia existencia es una obra del Creador. Mucha gente vive, pensando que lo que tiene es propio y puede hacer con eso lo que mejor le parezca. Pero sí somos creyentes, sabemos que todo viene de Dios y es para Dios (Colosenses 1:16). Algún día daremos cuenta a Dios por nuestra administración.
Hazte la siguiente pregunta: ¿a qué le eres fiel? La fidelidad o lealtad, al igual que el amor, nace en el corazón y se demuestra por medio de las acciones. Cuando somos fieles a Dios, tenemos sumo cuidado en vivir todos los aspectos de nuestras vidas para él. Si algo no podemos hacer para agradar a Dios, entonces no deberíamos hacerlo.
La manifestación de la lealtad al Señor es una vida de excelencia y sabia mayordomía o administración de los recursos otorgados por su gracia. La consecuencia de vivir así, es la prosperidad (Mateo 25:21).
El tercer valor determinante de una vida de adoración apasionada es el tiempo. Pregúntate ¿Cómo inviertes mayormente el tiempo? El tiempo es un recurso limitado. Tenemos sólo 24 horas en el día y de ellos sólo tenemos alrededor de 16 a 18 horas productivas. La sabia mayordomía del tiempo, también debe ser una meta en nuestra vida como adoradores. Debemos sacar tiempo para orar, tiempo para trabajar, tiempo para servir y amar al conyugue, tiempo para servir y amar a la familia, tiempo para compartir con los amigos, tiempo para congregarnos como iglesia, tiempo estudiar la Palabra de Dios, etc.
Un principio que nunca me ha fallado es el principio de darle lo primero y lo mejor a Dios de mi tiempo. Cuando dedico a Dios el primer y mejor tiempo del día en oración, el resto del día se desarrolla maravillosamente ordenado. No sé cómo funciona, pero le animo a practicarlo. No significa que el resto del día no se lo dedico a Dios, todo el tiempo lo vivo para él, pero es necesario sacar un tiempo de calidad, dedicado exclusivamente a la comunión con Dios, así como tenemos tiempo para la intimidad matrimonial o la conversación con los hijos.
El cuarto valor determinante de una vida de adoración apasionada es la actitud. ¿Con qué actitud o ánimo realizamos nuestro servicio a Dios? ¿Qué cosas nos producen energía y porqué? Si analizamos nuestra conducta, notaremos que hay cosas que nos producen energía aún en momentos de mucho cansancio. Puedo decir sin dudar, que esas cosas, son indicadores de nuestra vida de adoración. Nuestra meta debe ser servir a Dios con tanta pasión, que ni aún el cansancio u otras circunstancias nos impidan rendirle el mejor servicio. Como siempre el mejor ejemplo, es el mismo Señor. Debemos poner «los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:2). El gozo que le producía la meta de salvarnos, produjo en él toda la energía necesaria para ofrecerse como el perfecto sacrificio por el pecado.
Les invito a reflexionar en estas cosas durante esta semana:
Lunes: Fieles soldados de Dios fiel (2 Timoteo 2:1-13)
Martes: Hay tiempo para todo (Eclesiastés 3:1-15)
Miércoles: Seamos fieles mayordomos (Lucas 16:1-12)
Jueves: Saquemos el máximo provecho a lo que Dios nos ha dado (Mateo 25:14-30)
Viernes: Adoración que produce energía ilimitadas (Hebreos 12:2)
Sábado: Tengamos la misma actitud de Jesucristo (Filipenses 2:1-11)
Domingo: Dios aprecia más la actitud del corazón (Salmo 51)